Miraflores de noche.
Como todas las noches, una gélida brisa fría recorría las
calles miraflorinas. Una noche como cualquier otra, llena de gente,
adolescentes, jóvenes y adultos… ya sea para caminar al parque, ir al cine, de
compras o cenar en un restaurante, entrar en un bar o un club nocturno, con el
fin de distracción, de pasarla bien, de olvidar los problemas del día, o de ahogarlos
en un vaso de licor.
Al igual que todas las noches, no faltan los choferes
de taxi, parados a un lado de la acera frente a los lugares más concurridos,
con el fin de captar incautos que transportar, no solo ganándose unos cuantos
billetes, pero también para complacer la sed de lujuria de sus clientes. Sin
embargo, no todos corren la misma suerte si escogen al taxista equivocado.
Esta imagen me vino a la mente cuando dos amigos turistas
estaban caminando de noche por la Avenida Larco y Diez Canseco, donde fueron
abordados por una persona, alguien que se vestía como nosotros, peinado “tomahawk”,
oliendo a Royal Regiment, que se les acercó y les habló en un inglés más
masticado que Wacho en Open English. Por lo que me contaron, el joven les
ofreció ir a un lugar más íntimo, donde encontrarían cerveza y mujeres. Mis dos
amigos aceptaron, y se los llevaron en un taxi.
No tenían idea de donde estaban. Mientras relataban su
aventura, trataba de imaginarme por los lugares donde posiblemente hubiesen
estado. Al parecer se los llevaron hacia el noreste, posiblemente entre el
Agustino y San Juan de Lurigancho. Los maleantes, según su relato, estaban
armados y fue que los despojaron de su dinero, artículos de valor, y para colmo
les plantaron droga en la bolsa de compras cosa que si la policía los
encontrara o si hacían su denuncia, no les creyeran. Fueron abandonados en
medio de la carretera, donde luego de varias horas una persona los trajo de
vuelta hacia la ciudad.
Miraflores tiene un encanto: mezcla de tradición con
lo moderno, de conservar esa tradición, sin que la modernidad lo corrompa,
respetando su espacio y ofreciendo esa sencillez y hospitalidad que caracteriza
al distrito. Sin embargo, alberga a muchos personajes curiosos. Personajes
característicos, algunos que pasan desapercibidos. A otros se les ven, pero no
se les conoce. Personajes que llevan una doble vida, doble moral, o doble
sentido. Personas que… simplemente están ahí porque es así como quieren estar.
Mis incursiones nocturnas han disminuido, disfrutando
más mi soledad y la tranquilidad del espacio donde me encuentro. No obstante,
salgo de cuando en cuando, es en una oportunidad de ver a un curioso personaje.
Una persona de buen estatus social, atlética, que goza de muy buena salud y
que, al ser visto por muchos, sueña con que fuese su príncipe azul.
Al pasar por la calle, por los bares, restaurantes,
discotecas, con solo ser visto es punto de interés por muchos. “Papirriqui”
dicen unos… “Papacito quiero estar contigo” otros lloran. Piropo por aquí,
piropo por allá, y suspiros por doquier. Quién no quiere estar con una persona
que se ve bien, viste bien, huele bien, y que con solo mirarte, te puede
destruir.
Si, te puede destruir. Me recuerda a las historias que
cuentan en la televisión, donde la chica popular, al verse amenazada por
alguien no grato, es capaz de matar, con la mirada, usando el hostigamiento
como herramienta, con hacerte mala fama, etc. No hay límite hasta donde pueda
llegar su odio hacia tu persona. Puedas ser la persona más buena, noble y gentil
del mundo, pese a no ser agraciado físicamente, igual caes bien. Pero estas
personas no soportan ver a personas cuya aura es más fuerte y noble, ya que se
sienten opacadas y puestas en un segundo plano.
Pero por qué sucede esto. Nadie se pone a pensar si
esta persona pueda estar pasando por una lesión, un momento de dolor y pesar,
algo que lo esté agobiando por dentro. Que pueda ser, la presión de los padres,
un vicio, una ruptura, una herida, un mal hiriente. Alguien que posiblemente le
esté haciendo más daño que el que hace. Quizás piense que la vida no le ha dado
lo suficiente y está buscando eso que le hace falta para poder ser completo.
Sienten que hay algo, un vacío que llenar. Un vacío que si se logra llenar, es
por tiempo limitado y que debe rellenarse nuevamente.
Paseando por la disco, me lo vuelvo a encontrar. Como
divo, paseando y buscando, cuando encuentra a su presa. Pasados unos minutos,
se desvanece, sin dejar rastro hacia donde se dirige. Al final, despierta como
siempre, sin recordar lo sucedido y continúa con su vida, pensando que lo
pasado simplemente fue… un sueño extraño, pero muy vívido.
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